Cuenca, Ecuador. Mayo/2012
Después de alguna indecisión sobre cual sería nuestro primer destino en Ecuador, finalmente optamos por ir a Cuenca. Teníamos buenas referencias sobre esta ciudad y además, Guayaquil, la otra posibilidad (por su cercanía con Máncora), pintaba como una ciudad demasiado grande teniendo en cuenta que después iríamos a Quito.
Cuando fuimos a comprar los pasajes, nos dimos cuenta de que no habría muchas opciones. No queríamos cruzar la frontera durante la noche y CIFA es la única empresa que hace el traslado al Ecuador desde Máncora durante el día.
El día siguiente, a las 10hs estábamos en el lugar desde donde saldría el bus. La persona que nos vendió el pasaje nos había dicho que tomaríamos un bus de Máncora a Tumbes (frontera con Ecuador) y luego cambiaríamos a otro de la misma calidad que nos llevaría a Cuenca. La primera sorpresa nada grata que tuvimos fue que el transporte hasta Tumbes no era un bus, sino una kombi que hacía el transporte cotidiano en el pueblo, contratada en el momento por los funcionarios de CIFA. No lo podíamos creer.
Una hora y media después de un viaje apretado y caluroso, llegamos a Tumbes. Al bajar cerca de la terminal de CIFA, tuvimos una segunda sorpresa nada grata que nos dejó bastante asustadxs. Dos hombres bien vestidos y con un auto se nos acercaron diciendo que trabajaban para CIFA y que nos acompañarían a tramitar los papeles en migraciones y luego nos llevarían a hacer la conexión con el otro bus. A mi (Cata) dicho abordaje me agarró desprevenida y por algunos instantes llegué a creer en estos hombres. Por suerte Javi se avivó y empezó a cuestionarlos. La calle estaba bien concurrida, había mucho ruido y el chofer de la kombi no nos había avisado nada sobre como seria el procedimiento para el cambio de buses en Tumbes. En medio de la confusión y de no saber bien qué hacer, un vendedor de la calle nos gritó que no le diéramos atención a lo que decían los dos tipos y que entráramos a la terminal. En ese instante nos dimos cuenta que se trataban de chorros que querían aprovecharse de nuestra desorientación para llevarnos en su auto y robarnos. Nos pusimos re nerviosxs y asustadxs. Además, nos indignamos con la negligencia de la empresa que poco cuidado tuvo con nosotrxs y con lxs pasajerxs en general. Incluso nos pareció haber connivencia con esta situación de tentativa de robo, la cual (todo indicaba) sucedía con frecuencia bajo sus narices.
Muy molestos y ante la ausencia de la gerente que pudiera escuchar nuestros reclamos, hicimos una denuncia por escrito con la esperanza de que alguna medida pueda ser tomada por parte de CIFA para que otrxs viajerxs no pasen por los mismos riesgos que nosotrxs.
Pasado este feo momento, seguimos para realizar los trámites de migraciones de Perú y Ecuador, que por suerte, transcurrieron sin ningún incidente.
Desde que cruzamos la frontera del Ecuador supimos que el tiempo que teníamos para conocerlo era insuficiente. Sería imposible conocer en profundidad este pequeño gran país en apenas 7 días. Su inmensa biodiversidad y cultura nos señalaba desde el principio que tendríamos que volver con mucho más tiempo para poder recorrer sus senderos desde la costa hasta la Amazonía. Solo teníamos esos días para cruzar el Ecuador por sus sierras, y llegar a Pasto (sur de Colombia) el 24/05, para encontrarnos con Pily, amiga pastusa de Cata.
Una característica muy marcada de la carretera que lleva desde la frontera del Ecuador hasta la Ciudad de Cuenca, es el monocultivo de banana y plátano. Hectáreas y más hectáreas de estas frutas para exportación, posiblemente la misma que se vende en las verdulerías de Bs. As. a un precio muy elevado.
Llegamos a cuenca cerca de las 18:30hs, exhaustos del viaje y con muchas ganas de encontrar un lugar para descansar. Sin haber conseguido previamente un hostel que nos convenciera, teníamos algunas opciones para llamar una vez llegados a la ciudad.
Ya en la terminal, se nos acercó un hombre ofreciendo un hospedaje más barato que los que habíamos averiguado. Aún medio asustadxs con lo que nos había pasado en Tumbes, desconfiamos de este hombre, temiendo que fuera un aprovechador. Luego de un rato de charla, nos relajamos y seguimos con él hasta el Hostel Capitolio, ubicado a unas cuadras del centro de Cuenca. Esa noche no dio para mucho, apenas para un buen baño, buscar algo rico para comer y descansar.
Al recorrer las cercanías para encontrar un lugar donde saciar el hambre, llegamos a un restaurante vegetariano muy bueno llamado El nuevo paraíso, al cual terminamos volviendo los 3 días que nos quedamos en Cuenca. Por un menú de US$ 1.80, se incluía una entrada (ensalada, mote), una sopa (de trigo, de avena, de verduras…), un plato principal (guiso de lentejas, tortilla de soya, bocadillo de plátano, etc.), y un jugo de frutas (mora, papaya, frutilla). Para nosotrxs, un hallazgo y un deleite…
El día siguiente fuimos a recorrer la ciudad, pasando como siempre por su plaza central, la cual nos cayó bien simpática con sus muchos árboles, flores y música ambiente. Cuenca está ubicada en el centro sur del Ecuador y es la capital de la provincia de Azuay. Tiene alrededor de 500 mil habitantes y un centro histórico muy bello de aspecto colonial, pero construido en gran parte ya en período republicano. Paseando por sus calles, nos llamó la atención las muchas intervenciones y pintadas de protesta que encontramos en sus paredes.
Más tarde fuimos al Museo de las Culturas Aborígenes, el cual cuenta con un acervo de más de 5000 piezas correspondientes a los muchos períodos de la historia indígena del Ecuador. Nos llevó tanto tiempo recorrerlo con detenimiento que al final del paseo ya casi oscurecía, por lo que fuimos tomando rumbo de vuelta al hostel, no sin antes tomar un rico cafecito con unas humitas típicas del lugar.
Al otro día recorrimos las Ruinas de Todos Santos, sitio arqueológico donde se hallan los vestigios del primer molino de la ciudad, anterior a la fundación española ocurrida en el 1557. Allí se plasman legados arquitectónicos de 3 diferentes culturas: un muro construido por los indios cañaris; otro muro de piedra almohadillada típico de la arquitectura inca; y el arco, técnica introducida por los españoles.
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Muro incaico |
Después de este paseo, fuimos al Parque Arqueológico de Pumapungo, donde se han conservado los vestigios del barrio de la Tomebamba Inka, construida sobre la Guapondélig Cañari. Las contribuciones de estas culturas, fusionadas con el tiempo, han dejado su huella en la zona de la Ciudad de Cuenca y su entorno.
El parque alberga también un jardín botánico que reúne una gran cantidad de árboles nativos y plantas medicinales, además de contar con una huerta de especies cultivadas tradicionalmente por diferentes grupos indígenas, y un orquidario. Un lugar muy agradable que constituye un espacio educativo alternativo en donde se desarrolla un programa de investigación y formación en arqueología. Lo único que no nos gustó para nada en Pumapungo, fue ver que el mismo tiene un aviario en donde viven encerrados y en exhibición, entre otros animales, águilas, papagayos y periquitos. Nos parece muy lamentable, más allá de cualquier pretexto o justificación, que se mantenga un animal enjaulado. Ya es tiempo que los seres humanos aprendamos que no somos mejores ni superiores a ningún otro ser vivo, apenas diferentes. En este sentido, ¿¡qué derecho tenemos de aprisionar animales para satisfacer nuestros intereses?! Para nosotrxs esto es despropósito y una crueldad muy grandes.
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Terrazas de cultivo |
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Árbol de floripondio, planta sagrada y ceremonial alucinógena |
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Qurikancha o Templo Mayor |
Durante la corta estadía en Cuenca, pensamos en ir al Parque Nacional de Cajas (una gran reserva natural a 30 km de la ciudad) sobre la que nos comentaron maravillas. Pero como llovía mucho y hacía mucho frío en aquella zona, decidimos no ir y aprovechar el poco tiempo que teníamos para recorrer un poco más los rincones de la ciudad. Cuenca nos pareció bonita y razonablemente tranquila. Fue un lindo primer encuentro con Ecuador, y una invitación a conocer sus senderos más profundos.